D. Tomás, barón de Parla, se ha convertido en un fenómeno político-partidista que no solamente va a dar mucho de qué hablar, sino que se barrunta como un punto y aparte en la política partidista-profesional de este país.
Su elevación a las más altas cotas de popularidad periodística se debe y se explica por diversas razones, pero una de ellas, a nuestra opinión, es la de haber devuelto a las clases más humildes de las cortes partidistas, las bases de los partidos políticos profesionales, la esperanza de que son algo más que palanganeros del líder; les ha devuelto la esperanza en recobrar la dignidad que jamás debieron haber perdido.
El Barón de Parla se ha enfrentado contra su dueño y Señor, el Príncipe monclovita y esto, naturalmente ha sido recibido como una afrenta en el Castillo Ferrazino, tomado como una acción indigna en un caballero zpcejariano. El resto de caballeros/damas obedientes y sumisos como perros falderos al único Señor se han lanzado al galope contra el caballo del Barón, pero, hete aquí, que éste no cabalga solo, porque además de los escuderos y sargentos que le acompañan, como es merced en el trotar del señorío, el Barón se ha hecho acompañar de la mesnada de afiliados pesoistas que, hartos de ciertas cosas y señores, han decidido que el Barón parleño es la alternativa.
Un David contra Goliat es D. Tomás contra D. José Luis. Pero en este caso, no va armado con una honda, sino con la decencia, la justica y la dignidad. Primero porque D. Tomás, ex alcalde de una modesta y mediana ciudad, ganó las elecciones, por dos veces consecutivas, con su sólo carisma y buen hacer, siendo nombrado el alcalde más votado del Reino (¿Por qué no le ofrecieron a él la alta dignidad de la F.E.M.P.; y se la dieron en bandeja al caduco D. Pedro?) Pero, además y más importante, D. Tomás ha tomado como piedra arrojadiza lo que la gran mayoría de los políticos había olvidado: que el poder emana del Pueblo; traducido al ámbito partidista-profesional: que las bases de afiliados son las que tienen el poder, y no los líderes, los cargos y los compromisarios.
El Barón ha dicho y hecho, claramente, que la Base tiene que decidir. Y esto ha sido considerado alta traición en el Castillo Ferrazino. Inmediatamente después de que D. Tomás comenzara su avance lento y ceremonioso, ataviado con su espada, capa y montado en su caballo de batalla, desde las almenas del Castillo pesoista comenzaron a lanzar toda suerte de dardos, saetas y flechas; la mayoría envenenadas. Como no consiguieron frenar el avance, armaron a la hidalga Dña. Trinidad, paracaidista reconocida, dotándola con toda suerte de viandas y parabienes, incluyendo las más poderosas máquinas de asedio que la cortesana Dña. Leire encontró en los sótanos ferrazinos. Pero como tampoco le han frenado, todo lo contrario, al igual que pasara con el célebre Pedro el Ermitaño, todo el pueblo llano se ha unido en torno al nuevo caudillo de la libertad y la dignidad en un curioso ejército armado exclusivamente con el deseo de que todo ha de cambiar.
Pero el problema con D. Tomás para la corte Zpeista no radica sólo en el Marquesado madrileño, sino que amenaza con trasladar la peste libertaria a otros condados y marquesados. Por eso, desde el Castillo ferrazino se están habilitando soldados y armas para luchar contra cualquier intento de Primarias. Por ejemplo en el reino de Valencia, donde otro díscolo caballero, perteneciente a la antigua orden pesoista, se enfrenta con la corte zapateril solamente porque desea democracia interna.
Mal, muy mal lo llevan en el Palacio Monclovita. Todos dicen que, pase lo que pase, quien gana es D. José Luis “el mentiroso”; pero lo cierto es que cada jornada que pasa, se rebela más claramente que en el PSOE de ZP no hay democracia sino férrea sumisión de cuerpos y almas al líder único. Y que todos los intentos de democratizar el partido son vilmente calumniados y atacados por la guardia pretoriana del Amo y Señor, como D. Pepiño, D. Alfredo, Dña. Leire… e incluso el otrora derrotado y vilipendiado D. José, del que nunca sabemos dónde asienta sus reales.
D. Tomás, Barón de Parla puede alcanzar el marquesado madrileño. Pero, de momento, como antes hiciera Pedro el ermitaño, ha conseguido levantar a la masa socialista madrileña y española al grito de “la dignidad lo vale”. Eso sí, el bueno de Pedro fue masacrado, aunque con honor. Veremos como acaba D. Tomás; porque ya se sabe: el peor enemigo es quien se dice tu amigo. Cuídate, amigo.